Según el Dr. Juan Carlos Durán, Geriatra y Director Médico de San Juan Grande, que ha impartido una conferencia sobre las necesidades específicas de los mayores con motivo del Día Mundial del Enfermo
Déjate cautivar por su rostro desgastado” ha sido el lema de la ponencia que la Delegación Pastoral de Salud de la Diócesis Asidonia-Jerez ha organizado en colaboración con el Hospital San Juan Grande para conmemorar el Día Mundial de las Personas Enfermas, que se celebra cada año el 11 de febrero.
El doctor Juan Carlos Durán, geriatra con más de 30 años de experiencia profesional en el cuidado de las personas mayores y Director Médico del Hospital San Juan Grande, ha sido el ponente elegido para disertar sobre las necesidades específicas en el cuidado de este segmento de la población cada vez más numeroso.
A la hora de analizar dichas necesidades, es importante por un lado tener en cuenta el estado de salud de la persona a la que hay que cuidar y, por otro, no olvidar que las necesidades afectan tanto al aspecto físico, al material, y por supuesto al psicológico-emocional y al espiritual. “Muchas veces, tendemos a centrarnos solo en lo físico y lo material: las pastillas, la comida, el aseo…. Pero nos olvidamos de que las personas tenemos también un componente emocional y otro espiritual. En muchas ocasiones, intentamos calmar con pastillas un dolor que se solucionaría mucho mejor atendiendo las carencias afectivas y/o espirituales que lo están provocando”.
Aprender a envejecer
Asimismo, el Dr. Durán ha querido recordar lo importante que resulta aprender a envejecer. “El envejecimiento es un proceso natural que provoca rechazo. Es muy habitual que las personas se enfaden o se sientan incómodas cuando empiezan a verse arrugas o canas; o cuando se sienten torpes a la hora de andar o de levantarse del sillón. Por ello, para evitar el muy habitual malestar psicológico asociado a la vejez, todos deberíamos aprender a asumir y aceptar que vamos a envejecer”.
La depresión y la ansiedad son unos de los motivos habituales de consulta en esta etapa de la vida. “Necesitar ayuda para hacer las cosas; no aceptar el envejecimiento; la disminución de las actividades sociales y lúdicas; la pérdida de seres queridos; la disminución de recursos económicos… son factores que pesan considerablemente en el ánimo de las personas en esta franja de edad. Por norma, tendemos a recetarles antidepresivos o ansiolíticos, pero yo tengo un lema que comparto habitualmente con mis pacientes: más zapatillas y menos pastillas; para hacerles entender la necesidad de mantenerse activos (dentro de sus posibilidades de movimiento e independencia) así como de socializar”. En este sentido, el Dr. Durán destacó también lo mucho que las personas mayores no dependientes pueden aportar en el cuidado y acompañamiento de los más dependientes, puesto que por cercanía de edad y de coincidencia socio-cultural son las mejor pueden empatizar con ellos y ofrecerles un acompañamiento de calidad, por lo que las animó a implicarse en “grupos pastorales, de catequesis o de voluntariado ya que, al mismo tiempo que les permite sentirse útiles y activos, resulta beneficioso para los demás”.
Por otra parte, entre las enfermedades asociadas al envejecimiento que provocan más inquietudes hay que destacar, sin duda, la demencia. “Los trastornos de comportamiento que surgen conforme va avanzando la enfermedad provocan un serio desgaste en el entorno familiar del enfermo, por lo que en estas circunstancias hay que tener en cuenta no sólo las necesidades del paciente, sino también las de las personas que le cuidan”.
Especialmente complejas son las necesidades que surgen en la etapa del final de la vida, momento en que, al deterioro físico, hay que sumar otras circunstancias afectivo-espirituales como el agotamiento vital; el miedo al dolor; la incertidumbre de cuándo llegará el momento del fallecimiento; la necesidad afectiva de reconciliarse con familiares y/o amigos; la necesidad espiritual de reconciliarse con Dios. “Desde el punto de vista del cuidado del enfermo, este es el momento en que las necesidades de empatía, respeto, cariño y acompañamiento se hacen especialmente evidentes. Y es, sin duda, el momento en que el aspecto espiritual de las personas cobra un especial protagonismo. Por ello, es necesario que el entorno familiar y las instituciones socio-sanitarias lo tengan presente para poder ofrecerles un final con la dignidad que se merecen”.